-En Occidente se reza hacia fuera, Dios se encuentra en los cielos, en Oriente se reza hacia el interior, para despertar a Dios en nosotros.
-En Occidente se escribe de izquierda a derecha y en algunos países de Oriente se escribe de derecha a izquierda.
-Otro ejemplo sobre la escritura es que en Occidente se escribe letra por letra hasta formar palabras; en Oriente se escribe por ideas y cada una es una palabra.
-En cuanto a ropa, en Occidente la vestimenta de luto es negra, en Oriente es blanca. Y a lo largo de los años, en Occidente la ropa ha sido obscura y opaca; mientras que en Oriente ha sido colorida y brillante.
Estas son sólo algunas de las que saltan rápidamente a la vista, cuando se pretenden hacer comparativos entre una y otra. De antemano se observa una separación, que no debe resultar ni mejor, ni peor. Las dos tienen características diferentes, mas todas muy validas.
Occidente y su eterna reflexión, siempre en el análisis y los cuestionamientos, ponderando la filosofía como una base del sistema, que se ha transformado hasta la sociedad neoliberal consumista que resultó en nuestra actualidad.
Mientras que Oriente, con una vida más relajada; conectada con lo espiritual del ser humano, más que con lo racional, vinculada con la naturaleza, pero no con fines útiles, es así como viven. Y así debería de ser, sin discriminación, ni rechazos auqnuee sea ajeno a nosotros.
Por el contrario tendríamos que aprovechar la oportunidad de confrontarnos a nosotros como seres humanos y darnos cuanta de la relevancia de la cultura en nuestros contexto y sus implicaciones.
Ahora, en esta confrontación la característica que se pretende estudiar es la concepción del trabajo, a Oriente le gusta trabajar, por el trabajo mismo; Occidente mientras está inventando toda clase de aparatos y herramientas para evitárselo. En Oriente, la inclusión de máquinas a la vida, les lleva a pensar en indolencia o pereza como consecuencias últimas por su uso.
Y he aquí lo fascinante de la diferencia, cuestionarnos por qué los Occidentales necesitamos máquinas, por qué deseamos evitarnos el esfuerzo físico, cómo cultura qué nos representa el trabajo que ha sido tan satanizado, qué tan cultural pude resultar nuestra visión con respecto a las máquinas.
Reflexionar sobre estas últimas preguntas que no arrojan ninguna respuesta absoluta, puede resultar extenuante aunque muy enriquecedor, pues nos lleva a implicaciones directas como al por qué de las cosas, cómo comenzó el desarrollo de las máquinas, por qué el surgimiento de algo que evite el esfuerzo y finalmente una vez que se ha puesto de manifiesto este conocimiento de qué forma lo podemos hacer nuestro.
Redondeando la reflexión, y ya para concluir, las diferencias entre una cultura y otra están y es que existen desde que se dio el choque a la hora del descubrimiento. Hoy a lo largo de tanto tiempo de converger en el mismo mundo, cada una ha ido permeando en la otra. Ya ni Occidente es Occidente al cien por ciento, ni Oriente es tan Oriente. Hoy las dos el resultado de varios siglos de una historia compartida en la cual una ha influido en la otra y viceversa cada una tomando de la otra lo que le ha parecido más atractivo e interesante para sí.
Estas son sólo algunas de las que saltan rápidamente a la vista, cuando se pretenden hacer comparativos entre una y otra. De antemano se observa una separación, que no debe resultar ni mejor, ni peor. Las dos tienen características diferentes, mas todas muy validas.
Occidente y su eterna reflexión, siempre en el análisis y los cuestionamientos, ponderando la filosofía como una base del sistema, que se ha transformado hasta la sociedad neoliberal consumista que resultó en nuestra actualidad.
Mientras que Oriente, con una vida más relajada; conectada con lo espiritual del ser humano, más que con lo racional, vinculada con la naturaleza, pero no con fines útiles, es así como viven. Y así debería de ser, sin discriminación, ni rechazos auqnuee sea ajeno a nosotros.
Por el contrario tendríamos que aprovechar la oportunidad de confrontarnos a nosotros como seres humanos y darnos cuanta de la relevancia de la cultura en nuestros contexto y sus implicaciones.
Ahora, en esta confrontación la característica que se pretende estudiar es la concepción del trabajo, a Oriente le gusta trabajar, por el trabajo mismo; Occidente mientras está inventando toda clase de aparatos y herramientas para evitárselo. En Oriente, la inclusión de máquinas a la vida, les lleva a pensar en indolencia o pereza como consecuencias últimas por su uso.
Y he aquí lo fascinante de la diferencia, cuestionarnos por qué los Occidentales necesitamos máquinas, por qué deseamos evitarnos el esfuerzo físico, cómo cultura qué nos representa el trabajo que ha sido tan satanizado, qué tan cultural pude resultar nuestra visión con respecto a las máquinas.
Reflexionar sobre estas últimas preguntas que no arrojan ninguna respuesta absoluta, puede resultar extenuante aunque muy enriquecedor, pues nos lleva a implicaciones directas como al por qué de las cosas, cómo comenzó el desarrollo de las máquinas, por qué el surgimiento de algo que evite el esfuerzo y finalmente una vez que se ha puesto de manifiesto este conocimiento de qué forma lo podemos hacer nuestro.
Redondeando la reflexión, y ya para concluir, las diferencias entre una cultura y otra están y es que existen desde que se dio el choque a la hora del descubrimiento. Hoy a lo largo de tanto tiempo de converger en el mismo mundo, cada una ha ido permeando en la otra. Ya ni Occidente es Occidente al cien por ciento, ni Oriente es tan Oriente. Hoy las dos el resultado de varios siglos de una historia compartida en la cual una ha influido en la otra y viceversa cada una tomando de la otra lo que le ha parecido más atractivo e interesante para sí.
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